YOUR CART
- No products in the cart.
Subtotal:
$0.00
Ilustración de Tomi Um.
Fui criada como católica y una vez, cuando era niña, tuve La Navidad Perfecta. La nieve llegaba hasta la cadera, la mesa del comedor estaba repleta de galletas de azúcar pintadas, la luz del Salvador brillaba en nuestros corazones en la misa de medianoche y los regalos se apilaban hasta nuestros hombros alrededor del perfecto, hiperperfecto, superperfecto árbol.
Sólo he tenido una Navidad Perfecta. La Navidad pasada, estaba embarazada, en reposo en cama y dormí la mayor parte del día. La Navidad anterior a esa, mi padre se estaba muriendo, yo me estaba preparando para la cirugía y todos peleábamos entre nosotros. El año anterior a ese ni siquiera lo recuerdo.
Lo que sí recuerdo es el año en que mi hermana se esforzó tanto por recrear aquel día perfecto para su hija, sólo que la niña dejó de abrir regalos cuando iba a la mitad, comenzó a llorar y se negó a abrir más. También recuerdo la Navidad en que mi familia inmediata, por alguna razón, vio toda la serie de películas de terror de Chucky. Fue el tiempo más largo en que todos habíamos compartido el mismo espacio juntos en años, y es un día que todos recordamos con extraño cariño y gratitud.
Durante las fiestas, la tradición es un contenedor más desconcertante y poderoso de lo que pensamos. La verdad es que no sé cómo será la Navidad de este año. Esto no quiere decir que no nos preparemos para ella, o que no tratemos de alinear nuestros corazones con los misterios de la temporada (y es que se trata de un momento realmente poderoso: Hanukkah, el Día del Bodhi, la Fiesta de la Inmaculada Concepción, el día de Navidad, el solsticio, etc.). Pero no nos orientaremos a nada en particular. Al fin y al cabo, es un misterio. Eso es lo que esperamos estar lo suficientemente atentos para presenciar.
La novela más reciente de Bonnie Nadzam es Lions. Es estudiante en el White Plum Asanga y madre de gemelos.
De niño la Navidad siempre fue una época especial para mí. Mi madre y yo no teníamos mucho, pero ella, con la ayuda de mi padre, se aseguró de que tuviera lo que necesitaba y quería. Después de la universidad, me costó entender lo que significaba la Navidad más allá del materialismo y el consumo. Quería recordar cómo evolucionó la temporada a partir de la conmemoración del nacimiento de Jesús, y cómo ese evento señaló, sobre todo, una nueva esperanza, transformación y resiliencia.
A mis veinte años vivía en una comunidad intencional en Boston llamada Haley House, donde uno de nuestros proyectos era administrar un comedor de beneficencia que atendía principalmente a hombres sin hogar. Mi primera Navidad trabajando en la cocina fue también la primera vez que estuve lejos de mi familia durante la Navidad. Fue una sensación extraña.
Era tradición que una familia cercana a la comunidad de Haley House viniera la mañana de Navidad para preparar y ofrecer un desayuno de jamón y huevos a unos cien hombres. Me sentí conmovido por la generosidad de esta familia. Cuando los hombres entraron, sentí mi propio anhelo de estar en otro lugar, como quizá ellos también deseaban estar en un sitio distinto. Pero estábamos allí todos juntos, y me di cuenta de que sosteníamos un espacio para que el otro practicara la esperanza y la resiliencia.
Esa mañana reflexioné sobre mi elección de servir y, al hacerlo, comprendí que ese era el objetivo de la Navidad: estar donde te necesitan. Esto fue una transformación para mí. Finalmente supe lo que significaba la Navidad para mí.
Lama Rod Owens es uno de los maestros principales de la Natural Dharma Fellowship en Cambridge y coautor de Radical Dharma.
En Navidad, mi madre ponía música de Bing Crosby y Pat Boone por toda la casa, sus voces de barítono reverberaban con alegría navideña. Se sentaba junto a los ventanales y tarareaba y observaba el aullido invernal en el exterior. Encima de ella se sentaba un Buda de oro, con ojos que despertaban de un sueño agradable.
Mi padre colgaba luces alrededor de toda la casa, disfrutando de su descanso de la fábrica textil.
La Navidad no era una fiesta cristiana. Tampoco era estadounidense. Para mi familia tailandesa, que se encontraba a doce mil ochocientos setenta y cinco kilómetros de casa, la Navidad era una fiesta nuestra. No sabía que no nos pertenecía a nosotros, los budistas desplazados al áspero lado sur de la ciudad. Sólo sabía que las voces de Bing y Pat le daban alegría a mi madre. Sólo conocía el cuidado y la precisión que mi padre imprimía en hacer de nuestra casa la más brillante de la cuadra. Sólo sabía que cuando llegaba la cena, nos atiborrábamos de pollo con albahaca, curry verde, carnes asadas de un barrio chino que nunca cerraba y humeantes cuencos de arroz jazmín.
-Qué buen día-, decía mi padre.
-Gracias al Buda-, decía mi madre.
-Feliz Navidad-, decía yo, mirando hacia la chimenea con la esperanza de que un hombre gordo saliera con regalos.
Ira Sukrungruang es autor de las memorias Southside Buddhist y de la colección de poesía In Thailand It Is Night.
Aunque soy budista, todavía participo en muchos de los rituales de la Navidad: comprar y decorar el árbol, visitar a familiares y amigos, buscar regalos significativos, donar dinero y tiempo a personas que tienen menos que yo y pasar horas preparando platillos que se consumen en cuestión de minutos.
Durante la temporada navideña, me encanta dar paseos nocturnos para mirar las decoraciones que iluminan las ventanas, puertas y jardines. Estos regalos de belleza se ofrecen libremente para que los transeúntes los disfruten. Me encanta acurrucarme con mis seres queridos mientras veo las películas navideñas de las cuales nos burlamos sin cesar, pero que vemos todos los años.
Como practicante de dharma dedicada, mis creencias han cambiado, pero mi anhelo de amor incondicional y un nuevo comienzo para la humanidad no lo han hecho. Aún veo la Navidad como un momento para celebrar el deseo compartido de un mundo mejor. Parece que todos queremos la paz y que todos estemos a salvo y bien alimentados. Sin embargo, todos hemos contribuido a un sistema en el que estas cosas parecen imposibles, y esa verdad nos rompe el corazón.
Sin embargo, durante la época navideña, los creyentes y otras personas parecen estar un poco más dispuestos a tratar de amarse los unos a los otros, a dar la bienvenida al extraño, a compartir lo que tenemos y a detenernos a apreciar nuestras bendiciones. Ésta es una especie de magia, un milagro ordinario que definitivamente vale la pena celebrar.
A menudo se puede encontrar a Kate Johnson en la intersección de la meditación, el arte y el activismo: enseñando, escribiendo y, ocasionalmente, bailando.
En mi infancia, los adultos tocaban música y preparaban cócteles hasta que llegaba el momento de que alguien llorara. Más tarde, nos dirigíamos a la misa de medianoche. Mi padre, un tenor glorioso, siempre encontraba su momento para pararse en los escalones de la entrada y cantar “Noche de Paz”.
Más tarde, como madre soltera, mantuve la temporada con moderación cuáquera. Los niños se despertaban para ver filas de velas en vasos azules y algunos regalos caseros. Luego servíamos la cena en el Movimiento del Trabajador Católico.
Al crecer, mis hijos me lo confesaron: “Eso no era nada mágico”.
La Nochebuena pasada elegí practicar el sesshin de un viaje nocturno en tren. Si me quedaba dormida, la puerta de un baño se cerraba de golpe y llamaba a la atención plena: Que todos los seres sean llevados a la iluminación.
Al amanecer, fuera de la ventanilla del tren, había un desfiladero de montaña cubierto por la nieve, cual obra del artista japonés Hokusai. Mis hijos me recibieron en la estación y me llevaron a casas llenas de luz.
Gathas para Navidad
Adviento
En esta temporada de santo anhelo, con la ayuda de todos los seres, que pueda descansar en la ecuanimidad de la práctica.
Solsticio
A medida que los días se hacen más cortos y la oscuridad se hace más profunda, que pueda honrar el ritmo de descanso y gestación que la tierra me enseña.
Ir de compras
Que pueda caminar conscientemente en medio de la distracción, la atracción, la necesidad y el pánico, recordando que la paz es cada paso.
Dar un regalo
En esta temporada de grandes expectativas, que pueda ofrecer amorosamente lo que realmente se necesita.
Visitar y acoger
En este tiempo de hospitalidad, que pueda buscar la de Dios en todos los encuentros.
Encender una vela
Honro la sabiduría de mis antepasados y maestros. Con la ayuda de todos los seres, hago el voto de abrir mi corazón a la iluminación.
Mary Rose O’Reilly es autora de The Love of Impermanent Things.
El monje budista Ajahn Chah dijo: “Cualquier cosa que nos inspire a ver lo que es verdad y a hacer lo que es correcto es una práctica adecuada”.
La Navidad es un excelente ejemplo de ello. A primera vista, puede parecer que no es budista, pero si se examina más de cerca, vemos que brinda la oportunidad de practicar varios aspectos del sendero budista: la generosidad, la consideración, la bondad y el respeto mutuo.
En particular, la práctica de dar regalos es una representación física del principio de la compasión. Esto es especialmente relevante cuando recordamos que nuestras acciones surgen directamente de nuestros estados mentales: la perfección de la compasión como estado mental se manifiesta naturalmente como actos físicos de bondad y generosidad. Si descubrimos que no actuamos fácilmente por el bienestar de los demás, eso indica que hay una necesidad de un mayor desarrollo de la compasión interior. Esto se puede desarrollar dando regalos a los demás.
Bhante Suddhaso es monje budista de la Tradición Tailandesa del Bosque. Vive en la ciudad de Nueva York
Recuerdo mi primer regalo de Navidad. Una mañana de diciembre, en la comuna de California donde crecí, los adultos se disfrazaron de dragón verde. Un hombre se agachó dentro de la enorme cabeza de papel maché mientras que los otros eran parte del cuerpo, que retozaba al son de un tambor.
A los niños se nos animó a ponernos en fila y, uno por uno, poner una mano en la boca abierta del dragón. Mi deseo de un regalo luchaba contra mi miedo a esas mandíbulas gigantes. Cerré los ojos, estiré el brazo y saqué un pequeño tren casero. Mis dedos se cerraron con fuerza alrededor de la madera áspera, orgullosa de tener algo que me había ganado con mi valentía.
Ahora, como adulta, paso la Navidad con mi familia. Traemos el abeto azul en maceta, agregamos luces parpadeantes y pasamos la tarde con comida china y una película en homenaje a mis antepasados judíos inmigrantes. Somos “festejistas”, dicen mis hijos, y el día es una oportunidad, en medio del constante bullicio, para notar nuestra valentía, honrar la oscuridad y celebrar la luz.
Rachel Neumann es la editora y directora editorial de Parallax Press y autora de Not Quite Nirvana.
Ira Sukrungruang es autor del libro de memorias Talk Thai: The Adventures of Buddhist Boy y coeditor de What Are You Looking At? The First Fat Fiction Anthology y de Scoot Over, Skinny: The Fat Nonfiction Anthology.
Lama Rod Owens es ministro budista, autor, activista, instructor de yoga y Lama, o maestro budista autorizado, en la Escuela Kagyu de budismo tibetano y se le considera uno de los líderes de su generación de maestros budistas. Tiene una Maestría en Divinidad en Estudios Budistas de la Harvard Divinity School y es coautor de Radical Dharma: Talking Race, Love and Liberation. Owens es el cofundador de Bhumisparsha, una comunidad budista de práctica y estudio tántrico. Ha sido publicado en Buddhadharma, Lion’s Roar, Tricycle y The Harvard Divinity Bulletin, y ofrece charlas, retiros y talleres en más de siete países.
Kate Johnson imparte clases y retiros que integran la meditación budista, la somática, la justicia social y la creatividad en los principales centros de meditación, universidades e instituciones culturales de todo el país. Kate también trabaja como consultora de cambio cultural, asociándose con organizaciones para ayudarles a lograr una mayor diversidad y sustentabilidad. Es egresada de la formación docente de cuatro años del Centro de Meditación Spirit Rock, así como bailarina y artista para nada profesional que obtuvo una licenciatura en Danza de la Escuela Alvin Ailey / Universidad de Fordham y una maestría en Estudios de Actuación de la Universidad de Nueva York. Para más información, visita www.katejohnson.com
Rachel Neumann es agente literaria y directora de estrategia de Idea Architects. Es autora de Not Quite Nirvana: A Skeptic’s Journey to Mindfulness.
Mary Rose O’Reilley es alfarera e intérprete de música folclórica. Es una cuáquera-budista que tomó los preceptos en Plum Village y sigue los hilos comunes del budismo, el cristianismo y la ecología profunda. Sus libros incluyen The Love of Impermanent Things y Half Wild, un volumen de poesía que ganó el Premio Walt Whitman 2005 de la Academia de Poetas Americanos.
La novela más reciente de Bonnie Nadzam es Lions. Es estudiante en el White Plum Asanga y madre de gemelos.
Bhante Suddhaso es monje budista de la Tradición Tailandesa del Bosque. Vive en la ciudad de Nueva York.
Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español.